sábado, 18 de septiembre de 2010

Coronel Seguí, desde los ancestros

La historia que voy a relatar proviene de la memoria emotiva de mi madre y de mi abuela, por lo tanto, puede tener alguna inexactitud debido al paso del tiempo...

Carmenciña do Ferreiro, hija de un herrero de Galicia, llegó a la Argentina junto con sus hermanos y allí conoció a Manuel Costoyas, español también, con quién se casa y van a vivir a un pueblo de la provincia de Buenos Aires llamado Coronel Seguí, en los inicios del Siglo XX. En un primer momento alquilan un caserón. Allí nacen los hijos: Manolo, Carmen ( en 1911), francisca (Paquita) María y Antonio.
Cuando Carmen contaba  15 años, llega al pueblo - procedente de la Araucanía, Chile,  un forastero que le robó el corazón.  La casa en la que Carmen vivía de soltera era de las llamadas "casas chorizo", tenía un largo pasillo lateral, a manera de galería, al que daban todas las habitaciones.
En ésos años, en los que la férrea vigilancia de los padres se hacía sentir particularmente sobre las jóvenes, Carmen se escabullía  de tanto en tanto, para ver si Leopoldo, diez años mayor que ella, estaba cerca y así poder hablar una o dos palabras, burlando la estricta vigilancia.
Un día, llenos de amor y cansados de andar de hurtadillas, decidieron escaparse juntos hasta el pueblo más cercano, donde los padres de ella fueron citados y debieron autorizar la boda.
Al ampliarse la familia, entre todos deciden comprar un terreno grande, de aproximadamente media manzana, frente a los campos de Ellif, corría el año 1926.
A la nueva familia que habían formado Carmen y  Don Pinilla, como ella respetuosamente lo llamaba, les toca sortear  las estrecheces de la crisis del ´30. Él trabajaba de galponero y Carmen lavaba ropa en el piletón, que almidonaba y planchaba con la plancha a carbón, cuidando de que no salte una bracita y la ropa se queme o ensucie. tuvieron cinco hijos: Leopoldo Segundo, más conocido por Nene,  Ilda, mi madre, nacida en 1928, a quién llamaban Negra, Cora (Porota), Juan Manuel (Pocho) y María del Carmen (Pirucha).  La infancia de los cinco transcurrió entre juegos y trabajos que compartían con dos primos, nacidos en Buenos Aires, hijos de María, que Carmen criaba casi como suyos. Con una economía precaria que apenas alcanzaba para la subsistencia, por las noches se reunián en la cocina, bajo la luz del farol,  disfrazando la carencia entre juegos y canciones,  recitando versos o narrando historias de aparecidos.
 Mi madre recuerda que en Segui no había registro civil, por lo tanto, cuando habían nacido tres o cuatro niños, un padre iba al pueblo más cercano y  anotaba a todos juntos, por éste motivo, en su  caso, difiere la fecha del nacimiento real, con la que está registrada.
En el pueblo faltaban muchos servicios, sin embargo, había una escuela que tenía algunos grados, quienes querían seguir estudiando, debían ir a centros urbanos más importantes.
También había un club muy grande, que convocaba a todos los vecinos. Solían hacerse grandes bailes  en los que estaba presente todo el pueblo; en tanto los jóvenes bailaban los más grandes, sentados al costado de la pista, bebían algo mientras vigilaban que todo transcurriera en órden y con decoro ... también estaban  los que se animaban a actuar... a mi mamá  le gustaba cantar, recuerda con emoción la  vez que se presentó ante todos y  cantó con tantas ganas que   sintió que casi,  llegaba al cielo...

Después del fallecimiento de Carmenciña y Manolo comenzaron a emigrar debido a la escaséz de posibilidades laborales y así, de uno en uno, se vinieron para Buenos Aires. Don Pinilla trabajaba en Molinos como cargador de bolsas de cereal,  Pocho lustraba zapatos en la estación de Munro y María del Carmen, que era chica, estudiaba…

...Qué hermosa debe haber sido esa infancia con inumerables situaciones chiquititas, cotidianas, que han servido para iluminar el sentido de pertenencia y fomentar los lazos familiares, donde la imaginación y el deseo convertían a un marlo seco en la más hermosa de las muñecas; donde la posibilidad de jugar a crear maravillosos mundos posibles siempre estuvo al alcance de la mano.
Una vida dura de trabajo que nunca dejó de lado la posibilidad del diálogo familiar en torno a la calidéz de la cocina...!!!!!

Recuerdo que Paquita muchos años después, atacada por un cáncer que hizo metástasis en el cerebro y le producía intensos mareos, para calmar la sensación se proyectaba hacia el Salado, percibía el olor de  los campos sembrados de trigo y  simplemente,  dejaba fluír los recuerdos...

La pobreza más grande no está en la falta de dinero, sino en la ausencia del Amor

4 comentarios:

Myriam dijo...

Bella historia, Al. Tienes razón en decir que pobreza es dónde no circula el amor. Veo que en el caso de tu familia había mucho.

Besos

Mariela dijo...

Querida Al! Qué hermosa historia...! Y que lindo lo contás... Me hacés emocionar cada vez que contás una historia familiar, por la manera en que lo hacés, la dulzura de tus palabras que sin duda nos hacen recrear la historia como si fuera un lindo cuento... Me hacen imaginar cada momento que esa niña enamorada esperaba a su amor llegar a escondidas de sus padres... Es hermoso que reproduzcas una historia familiar de esta manera y que la compartas con todos nosotros...
Te quiero mucho y te envío todo mi afecto.
Un beso Jardinero...

Unknown dijo...

Hola Al!

Me has llevado a recorrer las historias tan parecidas de mi bisabuelo, abuelos y tíos...sobraba amor, no éramos hijos de sino hijos de todos...las casas chorizo en las que pasé momentos muy especiales, los encuentros.

Era una vida muy sacrificada, estaban llenos de humor, cantaban en francés, alemán, italiano.

Besos!

Dani.. dijo...

Increíble historia!!!

Y éste verso me lo llevo conmigo
"La pobreza más grande no está en la falta de dinero, sino en la ausencia del Amor"

Te envío un gran abrazo.
Dani..