Mamá

En un instante todo se derrumbó.
Las lágrimas asomaban en medio de la confusión. Mis oídos zumbaban.
Sentí algo semejante a un gran golpe… en la nuca?, en el alma?
Toda mi vida allí, conmovida.
Rabia, dolor y bronca.
La nuestra ha sido una relación difícil, empañada -a veces- por una competencia feroz .
Tu concepto del deber marcó profundamente mi vida. Muchas horas de análisis fueron necesarias para poder avizorar un cambio, porque yo también me negaba –sin darme cuenta- a la felicidad.
La receta heredada afirmaba que la vida era un conjunto de obligaciones que una mujer “bien preparada” debía realizar, de la manera más eficiente.
Me he descubierto –a través de la mirada azorada de mis hijos- repitiendo los mismos viejos esquemas aprehen
didos. He podido – a los ponchazos- tejer mi propia historia (que seguramente, a su tiempo, habrán de juzgar) y hoy te encuentro, mamá querida, con una penosa enfermedad.
. Se me vino el mundo encima.
Muchas veces peleamos, otras tantas hicimos como que nos entendíamos, sin embargo, en el fondo, nos unió (nos une) el amor.
Quisiera que estas palabras - como pájaros- vuelen hacia vos y te acaricien el alma. Que lleguen despacito, mientras estás dormida, y te cuenten que –pese a las diferencias- te quiero mucho, aunque sienta impotencia al no poder expresarlo.
Somos pasajeros rumbo a un mismo destino.
Te perdono y me perdono por no haber podido construir una relación mejor.
Te ofrezco mis manos y mis oídos para comprenderte, de tal manera que no estés sola y - al final del camino- tu transito florezca al amor.